miércoles, 8 de abril de 2015

Alcorcillo



El pueblo, aunque pequeño, siempre ha tenido relevancia y peso especifico en la comarca. Muy importantes y celebrados eran los rosarios, San Antonio y Santa Colomba. Fue el primer sitio de la provincia donde actuaron los, entonces ya famosos, Celtas Cortos. Sus habitantes son trabajadores, abiertos y, aunque no siempre pertenecieron  municipalmente a la Villa, tradicionalmente esta ha sido su principal localidad de relación y de trabajo. Aunque, como es habitual en la comarca, todos se dedicaban a la agricultura y a la ganadería, la  gran mayoría tenía una especial habilidad para hacer pared y muchos, en el tiempo que se lo permitían   las labores del campo,  trabajaban en la construcción.

Nuestro personaje era uno de los más notables de la localidad: Inteligente, instruido, gozaba de gran prestigio en la comarca, creo que hasta era de izquierda republicana, tenía muchos amigos y era algo así como el consultor y consejero a quién todos acudían cuando había problemas que resolver.  Conocedor del medio en que vivía, era un mago o al menos nombre de eso llevaba, aunque, hay que resaltarlo, de rey,  disfrutaba de  gran conocimiento y habilidad para ejecutar funciones como: injertar árboles, detectar corrientes de agua, castrar abejas e infinidad de cosas más. Gran amigo de mi abuelo Barros,  todos los años, a primeros de setiembre, acordaban el día  de recoger la miel que producían las cuatro  colmenas que este tenía en la huerta de Valdesejas. El  protagonista de esta historia llegaba a la finca acompañado del Mudo, del ti Hipólito y algunas veces del ti Felipe Calabazo, otro gran  especialista en esas cuestiones, aunque no tanto como aquel. 

Después de los saludos de rigor, el grupo se disponía a realizar la labor con la herramienta necesaria y unas “buestas”- bostas o  boñigas-  de vaca, secas, que quemaban en las proximidades de las colmenas para marear a las abejas , unos cubos para depositar los panales,  un gancho y un corte para separarlos. El protagonista, arremangado y sin protección alguna en la cabeza, ejecutaba la operación. Una vez acabada, recolocaba los corchos, ordenaba los enjambres  y dejaba todo en condiciones para que las abejas siguieran haciendo su trabajo de producción de aquella exquisita miel de la que tanto gustábamos y aprovechábamos toda la familia.

Una vez concluidas todas las operaciones, se lavaba y se quitaba con sus propias manos los aguijones de brazos y cara que alguna  abeja había    osado clavar en su piel. Nunca sufrió la más minima  hinchazón,  molestia o problema causado por las abejas. Poquísimas le picaban y las que lo hacían  era como si lo vacunaran. Tanto era así que alguna vez en casa del Ti Pichetas, cuando los asistentes estaban distraídos jugando a las cartas, levantaba la gorra y aparecían revoloteando por la taberna las abejas que había  traído debajo.

Pero vamos a dar significación al título de esta historia. Nuestro hombre ejercía de  sacristán del pueblo casi desde que tuvo uso de razón. También había  tenido  un periodo como monaguillo  y se ocupaba de todo lo concerniente a la iglesia así como ayudar a misa y a dar los avisos y llamadas que se hacían con las campanas. El sacerdote, que llevaba muchos años de párroco en la localidad, era gran aficionado a la caza y dedicaba a esa actividad gran parte de los días en que estaba permitida, bueno, y también algunos de los que no estaba  (en pueblo había muchos furtivos. Alguno posteriormente se hizo guardia civil y era el mayor perseguidor de ellos. Hizo bueno lo de que: no hay peor cuña que la de la misma madera)   y dejaba en manos del sacristán todo lo concerniente al mantenimiento de la iglesia,  el rezo de novenas y rosarios y otros actos litúrgicos menores.

Era el jueves anterior al Viernes de dolores y, como correspondía, tocó a confesar. Al  poco tiempo apareció en la iglesia la novia de nuestro amigo. Pasó un largo rato y el párroco, que seguramente estaba entretenido siguiendo  a un bando de perdices y se había olvidado del asunto, no aparecía por parte alguna. (In illo tempore, como mandan los mandamientos de la iglesia, era obligatorio confesar una vez al año y comulgar por Pascua Florida). Nuestro protagonista, que era un “enredador”  y sabía muy bien cual era la forma de actuar del sacerdote, pensó que una buena manera de enterarse de la autentica personalidad  de su futura era hacerse pasar por el cura y confesarla. Como no era previsible que el párroco  apareciera, estaba casi la tarde pasada,  las ventanas no dejaban pasar mucha luz, en aquellos tiempos todavía no había iluminación eléctrica, la iglesia, sólo alumbrada con la lámpara del Santísimo, ofrecía todas las posibilidades para introducirse en el  confesionario y no ser  reconocido por quienes en ella estaban. Así que pensado y hecho. Se  puso una sotana, el amito y la estola;  se metió en el confesionario, emitió un ligero carraspeo, dio unos pequeños golpes con los nudillos en la madera de la puerta y se acerco la mujer, su novia. Después  de que esta dijera el protocolario Ave María Purísima y él el preceptivo: “cuanto tiempo hace que no te confiesas”,  empezó el sacramento. Lo que no se es la penitencia que la impuso al terminar.

Cuando acabó la de la novia, se fue del confesionario.

 

A los amigos de mi segundo pueblo de la infancia.

Con cariño.

Jesús barros

He recibido mensajes de nietos del protagonista que hacen  que estas historias que escribo tengan sentido. El agradecido soy yo por vuestra generosidad y bonhomía. Ahora me atrevo a revelar el nombre aunque los iniciados lo descubrirían a la primera. Si digo que era un mago y llevaba nombre de rey, no podía ser otro que el Sr. Melchor.
 

2 comentarios:

  1. Estimado Jesús, es posible que nos reveles aparte del pecado el nombre del pecador protagonista de la leyenda publicada sobre Alcorcillo? Es por pura curiosidad para ver quién osó en su día en Alcorcillo ser más pícaro que nuestro propio abuelo. Gracias y un saludo
    Niet@s del Ti Pichetas

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  2. Hola Jesús, qué alegría leer tu relato apenas cuatro palabras y ya sabíamos que estabas hablando de nuestro abuelo Melchor, una gran persona con un gran sentido del humor. Lo has dibujado tal y como era y como lo recordamos su familia y amigos. Gracias por tus bonitas palabras y por hacernos vivir este momento tan dulce recordando al abuelo Melchor.

    Un saludo

    Las nietas y bisniet@s de Melchor Faúndez.

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